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domingo, 29 de marzo de 2015

EL MUSEO HERÁLDICO Y DE ARMAS DEL EJÉRCITO DE GUATEMALA (y II).

Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el nº 343 correspondiente al mes de Enero de 2011, de la Revista "ARMAS", págs. 84-90.

El original está ilustrado por veinte fotografías en color.


Los fondos del exterior del Museo.

Cuando el visitante accede al recinto cultural castrense, lo primero que se encuentra es un cartel que le da la bienvenida y le recuerda que se encuentra en “un sitio educativo, de divulgación y exposición histórica”, junto a la típica serie de normas de comportamiento que podemos encontrar al entrar en el museo de cualquier país, salvo la última de ellas, que llama la poderosamente la atención de cualquier visitante, al menos europeo, y que reza: “si porta arma, favor deposítela en el ingreso, le será devuelta al salir”. No en vano Guatemala es el país con más armas, legales e ilegales, en manos de civiles de todo Centroamérica y de buena parte del mundo.

Seguidamente, una vez traspasada la entrada, y tras unos cañones de avancarga de la etapa colonial española, se encuentran dos zonas plenamente diferenciadas en el interior y el exterior del Fuerte San José de Buena Vista. Como describir todos sus fondos sería más propio de una monografía que de un artículo divulgativo, nos centraremos sólo en lo que pudiera atraer más la curiosidad de los lectores de “ARMAS”.

Comenzando por la zona exterior, hay tres áreas temáticas distintas, una dedicada al periodo colonial, otra a la exposición de armamento pesado de infantería y material de artillería, y por último, la dedicada a los vehículos y blindados del Ejército y aparatos de la Fuerza Aérea.

En la primera, llaman la atención dos piezas: una estatua de grandes dimensiones, esculpida en piedra, que representa a un guerrero maya, posiblemente similar al que tuvieron que enfrentarse y vencer los primeros conquistadores españoles, hace ya más de quinientos años; y una espléndida maqueta del Castillo de San Felipe de Lara que todavía existe hoy día, construido durante la etapa colonial española, en la cuenca del Río Dulce, como medida defensiva de paso hacia el Lago Izabal, donde se encontraban las aduanas y bodegas de almacenamiento de mercancías que ingresaban y salían hacia España, además del ingreso a las provincias de La Verapaz, Chiquimula y Acasaguastlan.

Dicha fortaleza, según el panel informativo que lo ilustra, comenzó a levantarse en 1595 con la denominada “Torre de Sande”. Posteriormente, en el año 1604, el capitán Pedro de Bustamante, como consecuencia de sufrir una serie de ataques piratas, ordenó reconstruir y fortalecer dicha edificación, pasándose a denominar “Torre de Bustamante”, que también sería destruida tras ser objeto de nuevos ataques.

En 1651 el ministro togado de la audiencia de la provincia de Guatemala, Antonio Lara y Mogrovejo, ordenó reconstruir dicha fortaleza y potenciar su fortificación defensiva, que fue bautizada oficialmente de “San Felipe y Lara”, en honor al Rey Felipe IV y a su propia persona.

Casi tres lustros más tarde, en 1665, se le asignaron también funciones de presidio, continuando los ataques contra la misma que obligaron a su constante reconstrucción y refuerzos de dotación de personal y armamento. 

Dos décadas después, concretamente en el año 1688, se nombró al ingeniero militar Andrés Ortiz de Urbina para supervisar los trabajos de ampliación defensiva mediante murallas, pues se había considerado en junta de capitanes que era la única defensa en la ruta hacia el interior del territorio que era jurisdicción de la capitanía general española de Guatemala.

En 1697 el castillo, fruto de los trabajos realizados, ya contaba con tres baluartes o torreones que eran llamados “Nuestra Señora de Regla”, “Nuestra Señora de Concepción” y “San Felipe”, construyéndose posteriormente el de “San José” así como las baterías de “San Carlos”, “San Felipe” y “Santiago”, que fueron diseñadas por el ingeniero militar José Sierra.

La segunda área temática, distribuida entre las terrazas de las azoteas y parte de los jardines del museo, cuenta con numerosas piezas pesadas utilizadas por la artillería e infantería del Ejército guatemalteco. Entre ellas se encuentran cañones de campaña montaña y antiaéreos, morteros y ametralladoras de diversas procedencias y tipos.

Finalmente, el tercer espacio, ubicado en los jardines, está dedicado a la exposición del material móvil y aparatos de la Fuerza Aérea, todos de procedencia norteamericana. Entre los primeros merece especial mención un carro blindado ligero M3A1, mientras que entre los segundos se encuentran un avión Cessna A-37B y un no menos veterano helicóptero Bell HU.

Los fondos del interior del museo.

Cuando se accede al interior de la fortaleza, traspasando por una pequeña puerta sus gruesos muros, dos interesantes piezas dan la bienvenida al visitante y que bien seguro a todo aficionado al armamento pesado, le gustaría, si pudiera y tuviera espacio, tener en su colección.

A la derecha se encuentra una ametralladora norteamericana de “tiro rápido” Gatling, fabricada en 1874 y construida en bronce y hierro forjado, que está dotada de diez cañones hexagonales, calibre .45 que funcionaba accionando manualmente una manivela que hacía girar los cañones alrededor de un eje central. Cada cañón disparaba una vez por cada giro, lo que permitía el mínimo tiempo de enfriamiento necesario para evitar problemas de sobrecalentamiento.

Como curiosidad, decir que esta potente y “mortífera” arma de fuego, diseñada por el estadounidense Richard J. Gatling, tardó en ser adoptada por el ejército norteamericano de la época al considerarse que podía causar “una excesiva mortandad en el combate”, está considerada como la primera ametralladora pesada que tuvo éxito, combinando fiabilidad, una alta cadencia de fuego y facilidad de recarga.

Y a la izquierda, se expone un curioso “cañón-revolver” o “cañón rotatorio” de 37 mm., bautizado así por sus cinco cañones giratorios que recuerdan el tambor de los revólveres y que fue inventado por Benjamín B. Hotchkiss en 1872.

La pieza que se expone fue fabricada en Francia por Hotchkiss en el año 1880 y tenía necesidad de ser servida por cinco hombres, habiendo sido empleada en la denominada “Campaña Unionista” de 1885.

A partir de este momento se suceden diversos espacios y salas temáticas propias de un museo de historia militar y en las que se muestra cual ha sido el devenir del Ejército guatemalteco desde sus orígenes hasta la actualidad, significándose, como ocurre tantas veces, que con frecuencia constituye la columna vertebral de la historia del propio país.

La formación de un estado guatemalteco libre e independiente, fue un proceso complejo y difícil, lleno de numerosas vicisitudes bélicas en su haber, debidas principalmente, no al proceso de obtención de la independencia de la metrópoli española, sino más como consecuencia de los constantes intereses, protagonismos y rivalidades internas y regionales que dieron al traste con la posibilidad de poder forjar desde el principio, una única, gran, fuerte y próspera república centroamericana que englobara tanto a lo que hoy conocemos por Guatemala como por el resto de países de su entorno.

Buen testimonio de ello es la reproducción del decreto de fundación de la República de Guatemala, fechado el 21 de marzo de 1847 que se expone en el museo, mediante el que se elevaba el Estado de Guatemala al “rango de República Libre, Soberana e Independiente”. 

Con su firma, Guatemala quedaba separada definitivamente de la patria federada centroamericana, pudiendo iniciar acciones como Estado soberano y entablar relaciones con las potencias europeas. Una década antes se había comenzado la lucha armada contra el régimen de Francisco Morazán, presidente de la República Federal de Centro América, entidad política que incluía a la propia Guatemala, Comayagua (hoy Honduras), El Salvador, Nicaragua y Costa Rica.

Otra vitrina de gran interés es la que custodia las siete banderas que el país ha tenido desde que formaba parte de la nación centroamericana, mostrándose así la transformación de la enseña nacional y el escudo de armas de Guatemala.

Por otra parte, entre los fondos relativos a las figuras y personajes históricos del país que se exponen, destacan la biografía e historial militar del capitán general José Rafael Carrera Turcios (1814-1865), que fue el primer jefe de Estado y presidente de la República de Guatemala, el sable de combate del mariscal de campo José Víctor Ramón Valentín de las Animas Zavala y Córdova (1815-1886), la banda presidencial del general de división Miguel García Granados (1809-1878), de origen español y concretamente natural de Sevilla, y que está flanqueada por dos carabinas Remington, o un busto del general de división Justo Rufino Barrios (1835-1885), custodiado por las banderas empleadas por los heroicos batallones “Jalapa” y “Canales”.

Sin embargo hay un busto muy especial y que corresponde a uno de los principales héroes del ejército guatemalteco, el joven héroe de la patria Adolfo Venancio Hall Ramírez (1866-1885). 

Era un sargento primero (similar a nuestros sargentos galonistas) de la compañía de caballeros cadetes de la Escuela Politécnica (equivalente a nuestra Academia General Militar), que tras distinguirse por su iniciativa y valor en la “Campaña Unionista” de 1885, contra el ejército salvadoreño, fue ascendido directamente, por el general Rufino Barrios, al grado de coronel, con 19 años de edad, en la víspera de la batalla de Chalchuapa, en la cual, encontraría, el 2 de abril, la muerte el frente del Batallón Jalapa tras ser alcanzado por una carga de artillería.

En lo referente al armamento portátil, si bien los fondos son escasos, frente al pesado, tanto de armas blancas como de fuego, destacan algunas vitrinas como la correspondiente al denominado “periodo Republicano”, que expone un fusil-revólver norteamericano Colt, fabricado en 1857 y un trío de cuchillos y bayonetas utilizadas en acciones de combate entre 1847 y  1871.

La exposición de este tipo de armas se reduce prácticamente a una veintena de armas empleadas principalmente en la segunda mitad del siglo XIX y primera mitad del XX, tratándose principalmente de carabinas, fusiles y mosquetones así como revólveres, algunas bayonetas y una pequeña colección de espadas de gala, diario y combate.

La “Gatling” no es la única ametralladora pesada del museo. Con el mismo calibre y también mediante manivela, pero sólo dotada de cuatro cañones hexagonales, se puede contemplar una codiciada y rara pieza de colección, la ametralladora Lowell, patentada por Witt C. Farrington y fabricada igualmente en EE.UU. pero por United States Cartridge Company en 1882 en Massachusetts.

Otras vitrinas exponen colecciones completas de divisas, insignias, distintivos de grado, especialidad y destino de las unidades de las Fuerzas Armadas de Guatemala, tanto en tela como metálicos así como todas sus condecoraciones y medallas.

Los uniformes ocupan un destacado lugar en varias de las salas del museo, estando distribuidos en diferentes vitrinas, donde se pueden contemplar los utilizados desde finales del siglo XIX hasta la actualidad, por los componentes del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea. Dicha colección queda completada por unos expositores donde se muestran una completa variedad de prendas reglamentarias en las fuerzas armadas guatemaltecas para la cabeza, entre las que predominan las boinas y las gorras.

También hay diversas vitrinas donde se expone toda clase de material pertrechos y equipamiento utilizado por intendencia, ingenieros, transmisiones, música militar, etc. así como las dedicadas a la Marina y la Fuerza Aérea, y muy especialmente a los “kaibiles”, que son las fuerzas especiales de élite guatemaltecas.

Por último, no puede dejar de mencionarse el espacio dedicado a la meritoria e importante participación de las fuerzas armadas guatemaltecas en las misiones y operaciones de paz bajo la bandera de Naciones Unidas y que les ha llevado a estar presente en diversos continentes, donde se han ganado un merecido prestigio por su labor y profesionalidad.

Este Museo no es tan grande, ni en dimensiones ni en número de piezas que se exponen, como otros tratados anteriormente en estas páginas, pero desde luego si que lo es en el valor histórico y moral de su contenido, con un hondo interés para los españoles, puies no en vano Guatemala es hija de España.

Agradecimientos. Al general de división Abraham Valenzuela González, ministro de Defensa Nacional; a los generales de brigada Juan José Ruiz Morales y Aníbal Flores España, jefe y subjefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional; a los coroneles Héctor Rolando del Cid y Ana Lucrecia Juarez de Villagrán (directora del Museo), así como al teniente coronel Prado y la capitán Sierra (conservadora y cicerone del Museo).

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